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Una ofrenda al sangriento espectáculo del combate.
Hace miles de años, cuando los reyes gigantes gobernaban y se celebraban los espectáculos en la arena, existió un gladiador humano llamado Tyros.
Tyros fue un luchador nunca antes visto en el mundo. Las leyendas cuentan que era descendiente del legendario Kull de la Atlántida.
Uno de los muchos nombres atribuidos a Tyros a lo largo de su carrera como gladiador fue el de Matadragones. Se decía que la mera presencia de Tyros en la arena bastaba para enloquecer a las fieras. Sin embargo, es mucho más probable que la causante fuera esta ofrenda. Antes de cada combate, se quemaba una ofrenda en el altar de sacrificio y se decía que todo aquel que fuera alcanzado por el humo entraba en un intenso frenesí, traspasando la frontera entre la vida y la muerte.